ENSAYO MOVILIDAD HUMANA Y MIGRACIÓN VENEZOLANA


INTRODUCCIÓN

Desde la mirada de los Estados la migración ha sido tratada como una amenaza que ha rebasado la esfera nacional; ésta visión de problema ha permitido que al migrante[1] se lo asocie generalmente con percepciones negativas como la peligrosidad y actos al margen de la ley, situación que en el contexto de la globalización, ha provocado que a la inversa de lo que sucede con la apertura de fronteras para la liberación de las mercancías y la información, se fortalezcan las restricciones a la movilidad de las personas, que deviene en el fortalecimiento de los canales irregulares de la migración. Ecuador no ha estado apartado de esa visión generalizada sobre la inmigración y a pesar de contar con un marco constitucional favorable a los derechos de movilidad a partir del 2008, ha mantenido su tratamiento de restricción y control a través de la detención y deportación de migrantes irregularizados. Pero, ¿a qué se debió éste tratamiento? ¿Qué factores permitieron la detención y la existencia de centros de detención de migrantes en el marco de una Constitución que reconoce el derecho a la libre movilidad y la no criminalización de inmigrantes?

A partir de los conceptos de la securitizacion[2], cosificación[3] y criminalización del migrante, se ha intentado dar respuesta a esta interrogante, analizando para ello el vínculo que se estableció históricamente entre el Estado-nación y el territorio, que fue generando una clara división de la población entre ciudadanos y extranjeros (considerados no ciudadanos, carentes de derechos o con un acceso restringido a los mismos), dualidad reforzada aún más bajo el estigma de la irregularidad, reduciendo de manera permanente al migrante como un cuerpo al margen de la ley; es decir, bajo una concepción cosificada del migrante que lo reduce hasta el punto de invisibilizar su esencia como ser humano.

La dualidad entre nacionales y extranjeros no ha sido la única división que surgió con el Estado-nación, además se ha establecido una división de extranjeros en deseables e indeseables, según ciertos aspectos determinados por los Estados. Aquellos quienes en definitiva representan un beneficio a los objetivos del Estado serán bienvenidos, mientras que quienes según la visión del Estado no lo beneficien, son considerados indeseables. Esta división ha determinado las respuestas de los Estados para el tratamiento de las migraciones, por un lado de restricción a través de la imposición de rigurosos requisitos que limitan el ejercicio de derechos de movilidad en sus territorios contribuyendo paradójicamente a la irregularidad; y por otro lado el control a través de la cosificación del sujeto migrante. La cosificación del migrante en las políticas públicas se ha extendido a prácticas arbitrarias como la privación de la libertad por la condición migratoria, de tal forma que su contención y privación de libertad se convierte en un mecanismo de confirmación de su estatus objetivado deviniendo en la criminalización de la migración.

La vinculación al tema nació debido a mis funciones como Defensora Pública dentro de los procesos de deportación, por lo que pude realizar observación participante en todas las esferas de ese proceso desde el mes de abril del 2016 hasta marzo del 2017, fecha en la cual se produjo el cierre implícito del “Hotel Carrión” debido a la vigencia de la Ley Orgánica de Movilidad Humana.


DESARROLLO

La crisis política y humanitaria que atraviesa Venezuela ha acelerado la cantidad de venezolanos que huyen del país, incluidas personas que migran hacia Ecuador. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), cerca de 236.000 venezolanos ingresaron en Ecuador entre 2016 y septiembre de 2017. Aproximadamente tres cuartas partes de estas personas continuaron hacia el sur, dejando un saldo migratorio en el país de cerca de 62.000 personas. ACNUR también ha informado que Ecuador se ha convertido en un país tanto de destino como de tránsito para los ciudadanos venezolanos que se dirigen a Perú y Chile. El Ministerio del Interior de Ecuador ha informado que, en 2016, ingresaron al país 102.619 venezolanos y salieron 79.008.

Hasta septiembre de 2017, más de 1.500 ciudadanos venezolanos habían pedido asilo en Ecuador, y en agosto de 2017 se registró una cifra mensual récord de 222 solicitudes, afirmó ACNUR. En teoría, los migrantes venezolanos que deseen vivir temporariamente[4] en Ecuador pueden solicitar distintos permisos de residencia, como una visa especial para ciudadanos de los Estados Miembros de UNASUR prevista en la Ley Orgánica de Movilidad Humana, de febrero de 2017. Existen requisitos mínimos para solicitar este tipo de visa, la cual les permite a los ciudadanos venezolanos vivir y trabajar en Ecuador. Sin embargo, la Asociación Civil Venezolanos en el Ecuador, una organización fundada en 2015 que ayuda a migrantes de esa nacionalidad, indicó que en la mayoría de los casos el costo de los distintos permisos (que oscila entre USD 200 y USD 500) representa un obstáculo infranqueable, debido a la precaria situación económica de la mayoría de los migrantes venezolanos. A continuación se describen algunos testimonios recabados por Human Rights Watch de venezolanos que huyeron de la crisis y viven o pasaron recientemente por Quito: Petra Sofía Vásquez Rodríguez, de 30 años de edad, es una comunicadora social y diseñadora gráfica que trabajaba en Caracas como gerente de una importante empresa de cines. Se fue de Venezuela en agosto de 2017 debido a la crisis y a la escasez de medicamentos que necesita para la discapacidad visual que padece. Vásquez manifestó que tiene visión en un solo ojo y muy limitada, por lo que necesita aplicarse gotas oftalmológicas diariamente. Desde 2015, se volvió cada vez más difícil encontrar las gotas y solamente podía usarlas en forma intermitente. Contó que estuvo más de seis meses sin usar las gotas porque no podía conseguirlas en Venezuela, antes de huir del país. En Ecuador, Vásquez trabaja en forma independiente manejando las redes sociales de empresas y personas. En Ecuador, ha conseguido y podido pagar las gotas oftalmológicas que necesita y tiene intención de mudarse a la Argentina tan pronto reúna el dinero para hacerlo. Carlos Miguel Machado, de 23 años de edad, llegó a Ecuador a fines de 2016. Nacido en Valencia, estado Carabobo, y especializado en marketing, trabajó varios años para el equipo de responsabilidad social de una importante empresa de telecomunicaciones. Machado contó a Human Rights Watch que se vio obligado a irse de Venezuela porque no podía conseguir los medicamentos que su esposa necesitaba luego de una cirugía tiroidea. Machado nos dijo: “Tenía que recorrer distancias, ir de farmacia en farmacia buscando el medicamento y no lo conseguía; y en el mercado negro cuesta muchísimo”. En un primer momento, se fue a Ecuador sólo por tres meses para “conseguir la medicina y algo de dinero”, y dejó a su esposa e hijos en Venezuela. Pero a medida que la situación en Venezuela se deterioraba rápidamente, decidieron que la familia entera viajara por tierra, cruzando Colombia, y se reuniera con él en Ecuador en 2017. Machado explicó que, para pagar el viaje a Ecuador, vendió todas sus pertenencias en Venezuela, excepto su departamento, porque desea “regresar a [su] país, no [se] quier[e] desarraigar”. En Ecuador, él y su esposa han realizado trabajos informales, como vender empanadas en la calle. Cuando le preguntamos a su esposa, quien en Venezuela trabajaba como diseñadora gráfica, si había considerado volver a su país, contestó: “Todos los días pienso en regresar a Venezuela. Tengo la esperanza. Pero cuando nos ponemos a pensar en frío, ¿qué voy a hacer allá?”. Mercedes Arvelo López (seudónimo), una docente de 51 años de edad, llegó a Quito en octubre de 2017 con su hija Rosalba (seudónimo), de 9 años. Arvelo contó a Human Rights Watch que su esposo había “desertado del chavismo” luego de trabajar años en temas de inteligencia para el gobierno venezolano durante las presidencias de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Desde entonces, recibieron amenazas anónimas, personas no identificadas siguieron y dispararon a su esposo y agentes de inteligencia se presentaron en su vivienda preguntando por él. Cruzaron a pie la frontera con Colombia, con la intención de llegar a Perú. Pidieron asilo en Colombia, pero tras varios meses sin recibir respuesta, decidieron dirigirse a Ecuador, nuevamente a pie. En Ecuador, la familia también solicitó asilo, según documentos oficiales a los cuales tuvo acceso Human Rights Watch. Arvelo ha recibido ayuda de Cáritas para alimentar a su hija, quien tuvo que dejar atrás su escuela, amistades y familiares. Solicitó ser reconocida como refugiada en Ecuador pero, luego de varios meses sin recibir una respuesta formal de las autoridades y temiendo ser deportada, se mudó con su hija a Perú, donde solicitaron “refugio humanitario”, dijo a Human Rights Watch.

CONCLUSIONES
La relación histórica ente el Estado nación y el territorio ha permitido la división de la población en nacionales y extranjeros, y a su vez, ésta división ha justificado la superposición de unos sobre otros, en la titularidad y el ejercicio de los derechos, que a su vez se ve reducida -aún más-, cuando está atravesada por el estigma de la ―ilegalidad o irregularidad‖, reforzando las percepciones negativas que se tiene sobre el ―migrante indeseable‖.

La consolidación de las percepciones negativas asociadas a los migrantes ha provocado que la migración sea vista y atendida como un problema por parte del Estado; es decir que las respuestas institucionales han ido destinadas a la mitigación o ataque de la migración sobre todo irregular.

La dualidad extranjero-ciudadano, agravada ésta por la “ilegalidad” o “irregularidad” producida por los Estados, ha contribuido a la transformación del sujeto migrante en objeto de la política pública, y a su vez, ha permitido la legitimación de prácticas arbitrarias como la privación de la libertad por la condición migratoria y su posterior expulsión.

Hasta inicios del presente año, la política migratoria en Ecuador no había evolucionado de manera trascendental, sino más bien, mantuvo ciertos elementos, tales como la securitización, discriminación y criminalización, como los pilares fundacionales a lo largo de la historia ecuatoriana, representados principalmente en una Ley, cuyo fundamento fue de rechazo al extranjero, el castigo y la lección

A pesar de que la política migratoria ecuatoriana haya experimentado un cierto aperturismo a partir de la vigencia de la Constitución del 2008, las presiones de la población nacional y la crítica internacional por la “inestabilidad” a la que estaba exponiendo a otros Estados por su política de libre movilidad, hizo que el gobierno retome el control y la expulsión como principales respuestas al fenómeno inmigratorio.

Las percepciones negativas de los migrantes que han mantenido los distintos actores estatales en los procesos de deportación han permitido que se haya perpetuado la privación de libertad como una medida adecuada y necesaria para la expulsión de los inmigrantes irregularizados y como un mecanismo de control en nombre de la seguridad nacional.

Varias dimensiones de poder han tenido un rol determinante en el sostenimiento de la deportación y detención de migrantes en Ecuador como principales respuestas a la migración irregularizada.

La sobredotación de poder a una institución estatal, que tiene por objeto el control y la seguridad nacional, permitió que las actuaciones de los demás actores en los procesos relacionados a la deportación, estuvieran casi predichos, pues los estándares impuestos se enmarcaban en el contenido estricto de una Ley cuya esencia era el rechazo al extranjero, y no el respeto de los derechos de las personas, independientemente de su origen nacional y condición migratoria, como si propugna la Constitución.

El espectro de control del Ministerio del Interior extendido a las actuaciones de los demás actores públicos, limitó la posibilidad de que la detención y la deportación constituyeran la regla excepcional aplicable a la migración irregularizada; y que, por el contrario, fueron justificativos ante el temor de las posibles represalias a la no sujeción.

La institucionalidad de las prácticas de control de la migración irregularizada, estuvo fuertemente ligada a la discrecionalidad de los funcionarios, que dieron paso a que se originen otros espacios de restricción de libertad por asuntos migratorios, no precisamente relacionados a la irregularidad; tal el caso de las conocidas “zonas de tránsito” o “zonas francas” de los aeropuertos internacionales, donde se han mantenido personas impedidas de “ingresar” a Ecuador por tiempos indeterminados. La existencia de los centros de internamiento, encierro, albergues, o cualquier otro lugar que limite el derecho de libertad de una persona por su condición migratoria, bajo el argumento de una orden de deportación o expulsión, condensan la xenofobia en contra del “otro”‖ no nacional, y ratifica la reducción de la persona migrante como objeto controlable.

La limitada intervención que se permitió a instituciones como la Defensoría del Pueblo y Defensoría Pública, posibilitó el fortalecimiento de la discrecionalidad de los funcionarios de migración, sobre todo en la ejecución de las deportaciones.

Es preciso mantener la atención en las distintas prácticas relacionadas a los procesos de deportación e inadmisión, a fin de adecuarlas a los principios y derechos humanos sobre movilidad. Así como también es necesario superar ciertas tensiones entre los diferentes actores en beneficio de las personas y la vigencia de los derechos.


[1] La OIM se ocupa de los migrantes y de las cuestiones relacionadas con la migración y, en concertación con los Estados pertinentes, de los migrantes que requieren servicios de migración en el plano internacional.
[2] Securitización, es un proceso mediante el cual un bien o conjunto de ellos se transforman en un título o valor transferible y negociable en un mercado. A través de esto, activos no líquidos se convierten en otros con liquidez inmediata. 
[3] Es decir, de tratar a los demás como objetos. Así ocurre, por ejemplo, en la amistad de utilidad. Aquella en la que el amigo únicamente busca su propio interés. Cosificar a las personas significa ir en contra de la propia esencia del ser humano, despojar a la persona de su propia dignidad.
[4] Quizá lo de temporariamente venga para diferenciar temporal de temporal, palabra polisémica.

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