ENSAYO SOBRE VIOLENCIA DE GÉNERO
Introducción
En ocasiones, las distintas
denominaciones de los malos tratos lleva a confusión: Violencia de Género[1],
Violencia Doméstica[2], de pareja, hacia las
mujeres, masculina o femenina, etc.; García (2005), indica que la violencia
doméstica hace referencia a aquella que se produce dentro del hogar, tanto del
marido a su esposa, como de la madre a sus hijos, del nieto al abuelo, etc.
Excluye aquellas relaciones de pareja en las que no hay convivencia. La
violencia de género tiene que ver con “la violencia que se ejerce hacia las
mujeres por el hecho de serlo”, e incluye tanto malos tratos de la pareja, como
agresiones físicas o sexuales de extraños, mutilación genital, atentados
femeninos, etc. A pesar de los innegables avances de los últimos años en la
consideración social de las mujeres como seres valiosos, capaces de desarrollar
todo tipo de iniciativas, actividades tareas, trabajos, habilidades, hasta hace
poco bien atribuidos casi en exclusiva a los varones, lo cierto es que la
socialización de mujeres y hombres sigue siendo diferente, aunque en la
actualidad se compartan algunos asuntos, señalan que la existencia de
estereotipos de género sigue siendo vigente, por más que los estereotipos[3]
no sean tan marcadamente diferentes y opuestos.
La violencia de género suele
manifestarse en primer lugar cómo agresión verbal en sus formas más
encubiertas. Es muy importante conocer sus mecanismos, porque las consecuencias
psicológicas de los malos tratos psíquicos son iguales o más graves que las de
los malos tratos físicos. Esta investigación intenta llamar la atención sobre
la necesidad de hacer cumplir medidas para prevenir y erradicar la violencia
contra la mujer e informar acerca de la incidencia de este tema en nuestro
país. Se presentan, por una parte los antecedentes que provocaron la evolución
de este fenómeno, se da una síntesis del concepto que se tiene de violencia de
género, especificando también los tipos de violencia, por otra parte se
desarrolla un análisis de las influencias familiares y sociales que conducen a
este problema, se pretende también informar acerca de los diferentes organismos
a los cuales se puede recurrir en busca de ayuda. La violencia de género cobra
en la actualidad una enorme importancia, si nos atenemos al creciente número de
casos que son recogidos por la prensa diaria, con resultados irreparables en
una proporción dramáticamente alta, sin considerar que nos encontramos ante una
de los principales estigmas[4]
de nuestra sociedad. Cada día que una mujer sufre esta experiencia, estamos
fracasando como sociedad, ya que esta, como cualquier otro tipo de maltrato,
expresa una relación basada en el abuso de poder y en un sistema de
desigualdad.
La violencia contra las
mujeres no está determinada por el código genético, constituye una enfermedad
de “transmisión social”. Dada la enorme significación de la presencia de esta
violencia en el contexto familiar, núcleo de la socialización de los
individuos, se ve necesaria una reflexión, que contribuya a tener una visión de
esta situación, que abarque las dimensiones, tanto sociológicas como
psicológicas de este fenómeno, promoviendo la promoción de estrategias de carácter
preventivo. Se trata de explicar la violencia de género, para identificar,
analizar y ayudar a actuar sobre las desigualdades que a menudo ponen en
desventaja a las mujeres. En este intento de informar sobre el tema trataremos
de ir desde lo más general a lo más concreto, y para ello comenzaremos por
explicar sus antecedentes, pasando luego a definir, clarificar y diferenciar la
violencia de género que a su vez abarca diversas formas de violencia, se
describirá también la incidencia de esto en la autoestima de la mujer, y las
influencias sociales que conllevan a la realización de este fenómeno. Por último
se mencionan las organizaciones que fueron creadas para proteger a la mujer de
la violación de sus derechos humanos. Palabras Claves: Autoestima, Desigualdad,
Desventaja, Formas de Violencia, Influencias sociales, Violencia de Género.
Desarrollo
La violencia de género en general
y la violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja en particular, es
un fenómeno histórico presente en gran parte de las culturas humanas sin límite
de edad, clase social, raza, ideologías o religión. Esta realidad tan
dramática, pero muchas veces invisibilizada, tiene mucho que ver con el tipo de
sociedades en las cuales se sitúa a las mujeres en una posición de inferioridad
respecto a los hombres y por lo tanto en una posición de dependencia económica,
social, cultural y emocional hacia los padres, esposos, novios, etc.
Todos
los días y en todas partes las mujeres son asesinadas en crímenes ligados a la
sexualidad y por el solo hecho de ser mujeres. En los últimos años los
movimientos de mujeres de distintos países y ciudades, vienen denunciando los femicidios[5]
que se refieren al asesinato masivo de mujeres y representa una escala de la
violencia de género o maltrato hacia ellas, un concepto que pretende dar cuenta
de su especificidad y del hecho de ser crímenes sexistas.
"Al igual que el de violencia hacia las mujeres, se trata de un
concepto acuñado como resultado de nuevos enfoques, de una nueva comprensión de
prácticas que no resultan nuevas. Mientras que el concepto de violencia sexista
tiene ya varias décadas, el de femicidio es más reciente: cuestiona los
argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como 'locos'
o a concebir estas muertes como 'crímenes pasionales', o bien, a atenuar su
importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra, como si estos
contextos justificasen por sí solos la transgresión a las más elementales
normas sociales."
La
violencia contra las mujeres está reconocida como una violación de los derechos
humanos en muchos acuerdos y tratados internacionales, regionales, y
compromisos nacionales, que deberían servir como herramientas y garantías
reales para trabajar hacia la prevención de estos crímenes. Como ejemplo
Bercaglione, Chejter, Cisneros, Fontenla,
Kohan, y Labrecque (2005), señalan a la CONVENCIÓN SOBRE LA
ELIMINACIÓN DE TODAS FORMAS DE DISCRIMINACIÓN CONTRA LA MUJER (CEDAW[6]
en inglés) y el Protocolo Opcional, 1979/1999, que llama a los Estados a
llevar una política de eliminación de la violencia contra las mujeres y
habilita a las mujeres a nivel nacional a reclamar y hacer que sus reclamos se
tengan en cuenta; la Organización de
Naciones Unidas (ONU) sobre la Eliminación de la Violencia contra las mujeres,
1993; el capítulo dedicado a la violencia contra las mujeres en la Plataforma de la Conferencia Mundial de la
ONU sobre la Mujer, Beijing 1995; el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (ICC), 1998,
incluye a la violencia sexual -la violación, la esclavitud sexual, la
prostitución forzada y los embarazos forzados- en la definición de crímenes
contra la humanidad y crímenes de guerra; en la revisión de Beijing se llama a la criminalización de la violencia
contra las mujeres y a contar con medidas para terminar con la violencia contra
las mujeres por motivos de raza y se incluyeron por primera vez los crímenes de
honor; la Declaración del Milenio de
Naciones Unidas, 2000 plantea combatir todas formas de violencia contra
la mujer, así como el apoyo de algunas de las convenciones mencionadas
anteriormente. Sin
embargo, a varios años de firmados esos acuerdos, crímenes como los exterminios
masivos de mujeres, las violaciones, abusos y acosos sexuales, la violencia
doméstica, la trata de mujeres y niñas, la prostitución forzada, la esclavitud
sexual, la violencia en situaciones de conflicto armado, el embarazo forzado,
el infanticidio[7]
femenino y la selección prenatal del sexo del feto a favor de bebés varones,
los asesinatos por cuestiones de honor, la violencia por causas de dote, la
mutilación genital femenina y otras prácticas y abusos, siguen siendo
practicados con impunidad.
Analizando
los avances logrados en la legislación internacional y por las campañas y
activismo de las organizaciones de mujeres, estos han conseguido dar
visibilidad a la desigualdad existente entre los géneros y las estructuras de
opresión que la perpetúan, se ha logrado el reconocimiento oficial de la
violencia sufrida por las mujeres considerándola una violación de sus derechos
humanos junto con el compromiso de los gobiernos de condenarla. Pero la
implementación de estos compromisos queda en manos de la voluntad de los
Estados. Ahí es donde muchas veces saltan a la vista las limitaciones de estos
logros internacionales, que chocan con la falta de voluntad política para
prevenir, investigar y sancionar estos crímenes. Hay
algunos casos paradigmáticos[8]:
desde 1993 hasta enero de 2016, más de 830 mujeres han sido asesinadas y más de
600 están desaparecidas (presumiblemente asesinadas también), en un escenario
donde se concentran la inmigración, machismo exacerbado[9],
narcotráfico, prostitución, impunidad y corrupción política y policial. Las
mayores víctimas tienen entre 12 y 25 años y viven en las regiones más pobres
del país. Los métodos varían desde la utilización de armas de fuego, e incluyen
torturas, violación y posterior asesinato. Junto al incremento de estos
crímenes existe también un aumento de amenazas y hostigamiento hacia las
distintas organizaciones que asumen la denuncia pública de las masacres. A
estos alarmantes hechos recientes hay que sumar los feminicidios en las
guerras, en muchas ocasiones asociados a violaciones masivas, como los
ocurridos en la ex YUGOSLAVIA, RWANDA,
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO, por citar sólo algunas situaciones de las
últimas décadas. Actualmente estos crímenes aparecen sancionados severamente en
el Estatuto de la Corte Penal Internacional. La violencia contra la mujer, tal
como se manifiesta en estos casos, no sólo constituye una forma de
discriminación sino que supone violaciones al derecho a la vida, a la
integridad física, libertad, seguridad y protección judicial consagrados en el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, entre otras,
estas normas internacionales reafirman la obligación del Estado de esclarecer
la verdad, hacer justicia y proporcionar reparación a las víctimas, aun cuando
sus derechos han sido violados por particulares. El tema de la violencia contra las mujeres sigue
marcado por dos aspectos importantes: el tema de la impunidad y el de la
implementación de los mecanismos, que en última instancia deberían ser parte de
una nueva visión que incorpore, junto al marco de los derechos humanos, las
conexiones con los temas y las organizaciones que trabajan por la paz, la
justicia económica y la seguridad. El estatus de las mujeres de todas las
regiones y las diversas violaciones a sus derechos humanos que antes estaban
ocultas y silenciadas han salido a la luz, ligando los movimientos locales a un
movimiento de mujeres global que sigue creciendo. Es momento de cerrar el ciclo
de la victimización para abrir el del empoderamiento y permitir que las mujeres
se sientan sujetas de derechos capaces de enfrentar un sistema de justicia
altamente sexista, racista, clasista y homófobo[10].
Violencia de género
Todo
acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda
tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la
mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada. La
publicación de Velázquez (2003) amplía la definición de violencia de género:
Abarca todos los actos mediante los cuales se discrimina, ignora, somete y
subordina a las mujeres en los diferentes aspectos de su existencia. Es todo
ataque material y simbólico que afecta su libertad, dignidad, seguridad,
intimidad e integridad moral y/o física.
Tipos
de violencia.
·
Física.
Esta puede ser percibida a través de las huellas que deja. Como ejemplo podemos
mencionar empujones, mordiscos, patadas, puñetazos, etc., sean ocasionados con
las manos o algún objeto. Por lo general hace más fácil que la víctima tome
conciencia pues es un tipo de violencia muy evidente, lo que hace que sea la más
reconocida social y jurídicamente, comparada con la violencia psicología.
·
Psicológica.
Tiene que ver con amenazas, palabras ofensivas, trato humillante, y desprecio.
Causa en la victima una visión de sí misma desvalorizada, en la que sus opiniones
no cuentan, y se generan sentimientos de culpa e indefensión. Todo esto aumenta
el control o dominación del agresor, siendo este el fin último de la violencia
de género.
Dentro
de esta clase de violencia podrían incluirse otros tipos de violencia que
conllevan sufrimiento psicológico para la víctima, y se valen de chantajes, manipulaciones
y amenazas para alcanzar sus objetivos.
Podemos
mencionar la violencia “económica” y la violencia “social”.
En la primera, el agresor trata de controlar el poder adquisitivo de su
víctima, dificultándole el acceso al dinero al impedirle trabajar
remuneradamente u tomando posesión de sus ingresos. En
muchos casos el agresor abandona su empleo y se dedica a gastar los ingresos de
la víctima, lo que obliga a la misma a solicitar ayuda económica a familiares o
servicios sociales. (Velázquez, 2003). En la violencia “social”,
el agresor limita el contacto social de la víctima aislándola de su entorno,
familiares y amigos. Esto le impide a la víctima tener un importante apoyo en
estos casos (Velázquez, 2003).
·
Sexual
“Se ejerce mediante presiones físicas o psíquicas que pretenden imponer una
relación sexual no deseada mediante coacción, intimidación o indefensión”. Puede
incluirse dentro de violencia física, pero la distinción principal se encuentra
en torno a la libertad sexual de la mujer más que en su integridad física. Hasta hace poco, las
leyes y autoridades, no consideraban este tipo de agresión como tal, si se producía
dentro del matrimonio.
Otros tipos de violencia contra la mujer son:
·
Amenaza.
·
Acto carnal con víctima
especialmente vulnerable.
·
Actos lascivos[11].
·
Acoso sexual.
·
Tráfico ilícito de mujeres,
niñas, niños o adolescentes.
·
Trata de mujeres niñas y
adolescentes.
·
Acoso u hostigamiento.
·
Prostitución forzada.
·
Esclavitud sexual.
·
Ofensa pública por razones
de género.
·
Violencia institucional.
·
Violencia obstétrica.
·
Esterilización forzada.
·
Violencia laboral.
·
Violencia patrimonial y
económica.
·
Obligación de aviso.
Ciclo
de la violencia física.
Nieves (2007), explica que en
sociología se ha llegado al acuerdo de una definición del Ciclo de la violencia
a partir de su trabajo con mujeres, y actualmente es el modelo más utilizado
por las/los profesionales:
Ø El
ciclo comienza con una primera fase de Acumulación de la Tensión, en la que la
víctima percibe claramente cómo el agresor va volviéndose más susceptible,
respondiendo con más agresividad y encontrando motivos de conflicto en cada
situación.
Ø La
segunda fase supone el Estallido de la Tensión, en la que la violencia
finalmente explota, dando lugar a la agresión.
Ø En
la tercera fase, denominada de “Luna de Miel” o Arrepentimiento, el agresor
pide disculpas a la víctima, le hace regalos y trata de mostrar su arrepentimiento.
Esta fase va reduciéndose con el tiempo, siendo cada vez más breve y llegando a
desaparecer. Este ciclo, en el que al castigo (agresión) le sigue la expresión
de arrepentimiento que mantiene la ilusión del cambio, puede ayudar a explicar
la continuidad de la relación por parte de la mujer en los primeros momentos de
la misma.
Ø Este
ciclo pretende explicar la situación en la que se da violencia física, ya que
la violencia psicológica no aparece de manera puntual, sino a lo largo de un
proceso que pretende el sometimiento y control de la pareja.
Consecuencias psicológicas para la mujer maltratada
El
síndrome de la mujer maltratada, lo define como una adaptación a la situación aversiva
caracterizada por el incremento de la habilidad de la persona para afrontar los
estímulos adversos y minimizar el dolor, además de presentar distorsiones
cognitivas, como la minimización, negación o disociación; por el cambio en la
forma de verse a sí mismas, a los demás y al mundo. También pueden desarrollar
los síntomas del trastorno de estrés postraumático, sentimientos depresivos, de
rabia, baja autoestima, culpa y rencor; y suelen presentar problemas
somáticos, disfunciones sexuales, conductas adictivas y dificultades en sus
relaciones personales. Estos
efectos se pueden equiparar al trastorno de estrés postraumático, cuyos síntomas
y características, aparecen en algunas de estas mujeres: re-experimentación del
suceso traumático, evitación de situaciones asociadas al maltrato y aumento de
la activación. Estas mujeres tienen dificultades para dormir con pesadillas en
las que reviven lo pasado, están continuamente alerta, hipervigilantes,
irritables y con problemas de concentración. Además, el alto nivel de
ansiedad genera problemas de salud y alteraciones psicosomáticas, y pueden
aparecer problemas depresivos importantes.
Desarrollo del síndrome de la mujer maltratada.
Existe
una diferencia entre dos fases en las consecuencias, que son las que se
producen en la fase de dominio y a largo plazo:
Ø En
la primera fase, la mujer está confusa y desorientada, llegando a renunciar a
su propia identidad y atribuyendo al agresor aspectos positivos que la ayudan a
negar la realidad. Se encuentran agotadas por la falta de sentido que el
agresor impone en su vida, sin poder comprender lo que sucede, solas y aisladas
de su entorno familiar y social y en constante tensión ante cualquier respuesta
agresiva de su pareja.
Ø Se
habla de consecuencias a largo plazo refiriéndose a las etapas por las que
pasan las víctimas a partir del momento en que se dan cuenta del tipo de
relación en la que están inmersas. Durante esta fase, las mujeres pasan un
choque inicial en el que se sienten heridas, estafadas y avergonzadas, además
de encontrarse apáticas, cansadas y sin interés por nada, muchas veces ni
siquiera por su propia vida, generándose en ellas un deterioro progresivo de su
autoestima.
Una
baja autoestima lleva al individuo a sentirse desvalorado y, en razón de eso a
estar siempre comparándose con los demás, subrayando las virtudes y las
capacidades de los demás. Viéndolos como seres superiores, un claro signo de
inferioridad personal. Esta postura le puede llevar a no tener objetivos, a no
ver sentido en nada, y a convencerse de que es incapaz de lograr cualquier cosa
que se proponga.
Habitualmente
según Gairin (2007), se justifica y se trata de dar explicación a este tipo de
violencia atendiendo a:
·
Características personales
del agresor (trastorno mental, adicciones).
·
Características de la
víctima (masoquismo, o la propia naturaleza de la mujer, que “lo busca, le
provoca, es manipuladora…”).
·
Circunstancias externas
(estrés laboral, problemas económicos).
·
Los celos (“crimen
pasional”).
·
La incapacidad del agresor
para controlar sus impulsos, etc.
Además
Gairin (2007), menciona que existe la creencia generalizada de que estas
víctimas y sus agresores son parejas mal avenidas (“siempre estaban peleando y
discutiendo”), de bajo nivel sociocultural y económico, inmigrantes… Es decir, diferentes
a “nosotros”, por lo que “estamos a salvo”. Aquellos
hombres que son alcohólicos y maltratan a sus mujeres, sin embargo no tienen,
en su gran mayoría, problemas o peleas con otros hombres, con su jefe o su
casero. Gairin (2007), afirma que el estrés laboral o de cualquier tipo afecta
realmente a mucha gente, hombres y mujeres, y no todos se vuelven violentos con
su pareja. En el fondo, estas justificaciones buscan reducir la responsabilidad
y la culpa del agresor, además del compromiso que debería asumir toda la
sociedad para prevenir y luchar contra este problema.
Autoestima
baja y sus consecuencias
Constantemente
la autoestima se ve afectada por las experiencias y exigencias que las personas
reciben del mundo exterior. Según Blanco (2004), la sociedad exige seguir
ciertas pautas de comportamiento, que de no cumplirse, se puede traducir una autoestima en deterioro. Por ende, la
construcción de una autoestima positiva debe ser sólida desde la infancia.
Solamente así, la persona no se sentirá inferior por si lleva un corte de
cabello que le guste pero que no le agrade a los demás, ni cuando se encuentre,
en este caso de violencia contra la mujer, frente a una persona que la agreda
por el simple hecho de serlo sabiendo identificar la situación y respondiendo
de la manera correcta que es defender su integridad y denunciar al agresor o
agresores a los organismos competentes, que serán descritos más adelante en el
presente trabajo.
Dentro
de cada persona existen sentimientos ocultos que muchas veces no son
percibidos. Los malos sentimientos, como el dolor, la tristeza, el rencor, que
son los generados por una situación de violencia, entre otros, pueden llevar a
una persona no sólo a sufrir depresiones continuas, sino también a tener
complejos de culpabilidad, cambios repentinos de humor, crisis de ansiedad, de
pánico, reacciones inexplicables, indecisiones, envidia excesiva, miedos,
hipersensibilidad, pesimismo, impotencia, y otros malestares (Blanco, 2004). Las
personas con baja autoestima viven insatisfechas con ellas mismas, porque su autocrítica
está exacerbada y tienen una actitud negativa con todo lo que para ellos pueda
resultar enriquecedor. Blanco (2004), señala que no pueden ver las cosas buenas
o las cosas valiosas que tienen y ponen todo en la misma bolsa. Este estado de
constante insatisfacción influye en todos los aspectos de la vida del que no se
quiere, quien termina experimentando una indecisión crónica; lo que produce la
falta de valoración personal en la pareja, generando relaciones basadas en el
dominio y la violencia. Como se puede observar, en este punto la relación entre
violencia y baja autoestima se torna “recíproca” al presentarse en la agredida
sentimientos de inferioridad que influyen en el desarrollo de un vínculo
enfermizo que deja de ser amor, para convertirse en dependencia, que a su vez
lleva a la violencia de género. La persona con baja autoestima suele permitir
un mal trato o menosprecio de los demás, pues ellos mismos no creen merecer una
actitud diferente.
Esta
condición de inferioridad según Blanco (2004), también tiene repercusiones en
el área laboral, la persona se descalifica y no aspira a lograr metas mayores
en su vida. Por eso, existen seres insatisfechos con sus empleos que muchas
veces a causa de esa minusvalidez personal, sucumben ante la delincuencia ya
que son muy fácilmente influenciadas por personas malintencionadas que pasan de
la discriminación de las mujeres, por ejemplo, y los oficios que realizan en su
trabajo, con respecto de los realizados por los hombres, en cuanto a su
efectividad y remuneración; a la violencia, mayormente a nivel psicológico,
contra aquellas que consideran menos aptas sólo por ser mujeres. Cuando
se tiene una imagen devaluada de sí mismo la persona incluso puede recurrir a
la prostitución, a vender su cuerpo por la simple razón de no quererse o
aceptarse lo suficiente y mucho menos tener respeto por su propio ser. De igual
forma, los desórdenes emocionales y alimenticios pueden aparecer en
consecuencia de la poca valoración personal. Quien padece baja autoestima sele
desarrollar un falso ser que lo protege ilusoriamente de la confusión y
desorientación que le provoca la vergüenza internalizada. Al sentirse incapaz y
desvalorizado empieza a encubrir lo que verdaderamente siente como estrategia
(Blanco, 2004).
CONCLUSIONES
Afirmar
que las mujeres son el sexo débil, representa una falsa creencia que se ha
calado en el cerebro del hombre, e incluso también en la de algunas mujeres, de
una manera tan profunda que ha hecho que el primero se sienta superior, ve a
las féminas por debajo de su nivel, y cree que tiene el derecho y la libertad
de someterla a su voluntad y desvalorizar el rol que representa dentro del
hogar y en la sociedad. Lamentablemente el género femenino no ha hecho nada
contundente para contrarrestar esta acción, por el contrario, la mujer que es
víctima de maltrato se ve a sí misma, en la mayoría de los casos, como la
causante de la agresión. En otras palabras, admite ser la culpable de su propia
desgracia. Una
de las características más resaltantes de la violencia de género es el poder
psicológico ejercido por el hombre o agresor, éste se encarga de disminuir la
autoestima de su víctima, haciéndola sentir vulnerable. Debido a esto en la
mujer se comienza a generar un cambio en su estado de ánimo; se siente triste, nerviosa
y acepta como cierto todo lo que éste le dice. Por lo tanto, pierde su
personalidad y el sentido de la realidad abocándose, muchas veces, a lo que el
victimario quiere y desea.
La
violencia en contra de la mujer constituye un grave problema de salud pública, además,
de que es una violación sistemática de sus derechos humanos, causada por la
discriminación y subordinación de la mujer por razones de género en la
sociedad.
Es lamentable ver, aunque no sea directamente, como
este problema se presenta a diario en nuestro país, Cada 10 días muere una mujer como consecuencia de la violencia de género,
y lo más alarmante es que sólo un 10% de los casos de violencia hacia la mujer
son denunciados. Por lo general, la víctima no acude a las instancias
pertinentes que pueden ayudarla porque cree amar a la persona que la maltrata y
tiene la esperanza de que algún día cambie, o porque le tiene tanto miedo que
es incapaz de comentárselo siquiera a alguno de sus familiares. Es conveniente acotar
que, si bien es cierto que la mujer es la víctima en una relación donde se
manifiesta la violencia de género y que debe recibir ayuda aun cuando ella no
la solicite ni la quiera o creo no necesitarla para salir o terminar con una
dependencia tan destructiva; también es cierto que se deberían realizar
estudios que ayuden a solucionar el principal problema “el agresor”, para
determinar el origen, el porqué, y el punto en el cual el victimario llega a
convertirse en lo que es, y posteriormente ser también una víctima más de esa
situación.
[1] Cualquier acto
violento o agresión, basados en una situación de desigualdad en el marco de un
sistema de relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres que tenga
o pueda tener como consecuencia un daño físico, sexual o psicológico, incluidas
las amenazas de tales actos y la coacción o privación arbitraria de la
libertad, tanto si ocurren en el ámbito público como en la vida familiar o
personal.
[2] Es un concepto utilizado para referirse a «la violencia ejercida en el terreno de la convivencia familiar o asimilada, por parte de uno de los miembros contra otro, contra algunos de los demás o contra todos ellos». Comprende todos aquellos actos violentos, desde el empleo de la fuerza física, hasta el hostigamiento, el acoso, o la intimidación, que se producen en el seno de un hogar, y que perpetra al menos un miembro de la familia contra algún otro familiar.
[2] Es un concepto utilizado para referirse a «la violencia ejercida en el terreno de la convivencia familiar o asimilada, por parte de uno de los miembros contra otro, contra algunos de los demás o contra todos ellos». Comprende todos aquellos actos violentos, desde el empleo de la fuerza física, hasta el hostigamiento, el acoso, o la intimidación, que se producen en el seno de un hogar, y que perpetra al menos un miembro de la familia contra algún otro familiar.
[3] Es una imagen, idea o modelo generalmente
asociado a un grupo social, que es atribuido a sus conductas, cualidades y
habilidades, así como a otras características que lo identifican y que, por lo
general, son inmutables. La palabra, como tal, se compone de las raíces griegas
στερεός (stereós), que significa ‘sólido’, y τύπος (týpos), que traduce
‘impresión’ o ‘molde’.
[4] Es visto como
el comportamiento, rasgo, o condición que posee un individuo, y genera su
inclusión en un grupo social cuyos miembros son visto como inferiores, o
inaceptables.
[5] Femicidio o feminicidio es el
homicidio cometido contra una persona por su condición de mujer. Es el
asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o
sentido de posesión.
[6] La
Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, que fue creada en 1946
por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas.
[7] Es un delito
que consiste en causar la muerte de un infante de forma intencionada.
Habitualmente es la madre quien comete el acto, pero la criminología reconoce
varias formas de asesinato no maternal de niños.
[8] Se
utiliza en la vida cotidiana como sinónimo de “ejemplo” o para hacer referencia
en caso de algo que se toma como “modelo digno de seguir”
[9] una
emoción, una obsesión, un vicio, etc. Aumentar la intensidad de algo,
especialmente en la manera de describirlo o de percibirlo.
[10] Hace referencia a la aversión (fobia, del griego antiguo φόβος, Fobos, ‘pánico’) obsesiva contra hombres o mujeres homosexuales, aunque
generalmente también se incluye a las demás personas que integran a la diversidad sexual, como es el caso de las personas bisexuales o transexuales, y las que mantienen
actitudes o hábitos comúnmente asociados al otro sexo, como los metrosexuales y los hombres
con ademanes tenidos por femeniles o las mujeres con ademanes tenidos por
varoniles. El adjetivo es «homófobo»
u «homofóbico».
[11] Es un crimen cometido por tocar a un niño en
algún lugar de su cuerpo con intensiones sexuales. Los oficiales de justicia
algunas veces se refieren a este delito como "actos lascivos contra un
menor de 14 años " o "actos de conducta
lasciva y libidinosa."
Apreciar, atesorar y ser consciente de lo que te hace única, es uno de los primeros pasos para construir una autoestima sólida, fuerte y sana, pues cuando reconoces que eres la belleza manifiesta en un ser humano, concibes que eres una creación divina, hecha por las manos de Dios.
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